Por Armando j Garcia.
En la política mexicana, hemos sido testigos de una creciente polarización, una división en el país. Gerardo Fernández Noroña, un personaje carente de dialogo y su desdén absoluto hacia quienes piensan diferente.
A lo largo de su carrera política, Noroña ha preferido la confrontación abierta, y su actitud arrogante no se limita solo a los opositores ideológicos, sino que también alcanza a los periodistas que osan hacerle preguntas incómodas o desafiar sus puntos de vista.
No basta insultar a otros políticos que no compartan su ideología. Asimismo, utiliza este comportamiento cuando no tiene la razón y opta por la confrontar a quienes lo cuestionan.
Cabe señalar que Fernández Noroña lleva años viviendo del sistema político.
Lo más preocupante es que este tipo de personajes no solo afecta a la sociedad, sino que también afecta la credibilidad de las instituciones en México.
Ser agitador no significa ser un líder constructivo, además genera desconfianza e inestabilidad para los ciudadanos.
Esto es lo que sucede cuando el autoritarismo domina.
En lugar de consensos, estas figuras utilizan estrategias de confrontación para tratar de imponerse, estos supuestos “líderes» prefieren la confrontación que la diplomacia.
El resultado es claro: año con año las instituciones pierden el rumbo, se ven desprotegidas y día con día poca credibilidad.
En lugar de ser un representante de valores que construya soluciones, actualmente el gobierno pierde el rumbo de su representación. Creando herida profunda con toda la intención para seguir dividiendo el país.
Un país dividido, donde los únicos beneficiados son quienes tienen cargo o poder, utilizando el autoritarismo total.
México merece más que un agitador que se enreda con insultos y descalificaciones.
México necesita de líderes que construyan a través del respeto, el entendimiento y la apertura del diálogo, el país debe estar guiado hacia la prosperidad y no a la división.
Este fin de semana, el senador de Morena, Gerardo Fernández Noroña, asistió a una conferencia en Cancún, Quintana Roo, sobre la elección del Poder Judicial.
Sin embargo, lejos de ser un encuentro de diálogo y reflexión política, el evento se convirtió en un escenario de confrontación cuando Noroña se enfrentó de manera verbal con la reportera María Cristina de la Cruz de Marcrix Noticias.
La respuesta de Noroña no fue la de un político maduro y dispuesto a aclarar dudas, sino la de un hombre arrogante que, al sentirse incómodo ante un cuestionamiento crítico y decidió minimizar tanto el trabajo de la periodista como la importancia de la pregunta con insulto.
En lugar de ofrecer una respuesta clara o coherente sobre un tema tan delicado, el senador acusó a la reportera de ser “majadera” y de montar un espectáculo, evidenciando una falta de respeto y prudencia.
Con un tono visiblemente molesto, Noroña le dijo a la periodista:
“A ver, compañera, yo te pido que no sea majadera, yo no estoy siendo majadero contigo”. A lo largo de su intervención, no mostró ni una pizca de autocrítica ni la capacidad de responder con sustancia política, sino que, en lugar de dar una respuesta razonada sobre un tema de gran relevancia, optó por descalificar a la periodista.
Lo que Noroña no entiende, es que su arrogancia y la falta de inteligencia política, no solo se expone así mismo como un patán, sino que exhibe la decadencia de la política actual en México.
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